viernes, 6 de noviembre de 2015

La memoria de las camisetas

Las camisetas de los equipos tienen memoria. Guardan las grandes gestas y las más duras derrotas. El recuerdo no solo lo ponemos quienes llevamos años viendo esos colores en cientos de partidos diferentes. Esa memoria se le activa a Las Palmas cuando juega con los equipos con más solera. Se encoge en estadios como el Bernabéu donde no logramos ganar ni cuando éramos los mejores, y se rearma con equipos como el Sevilla o la Real Sociedad. La Real casi siempre se nos dio bien en el Insular, incluso en sus años de gloria, cuando ganaron las dos Ligas en unos tiempos en los que el fútbol podía escribirse de vez en cuando con la letra de los equipos más modestos. Recuerdo una victoria, también por dos a cero, con Arconada parando todo lo que llegaba a la puerta. Jamás he vuelto a un portero volar como voló aquella noche el meta donostiarra ante los disparos de Brindisi, de Wolf o de Morete. Y también los barrimos del campo el año en que ganaron una de las Ligas, con un Julio Suárez imparable que trajo por el camino de la amargura al lateral Celayeta.
En el partido contra la Real nos jugábamos mucho, más de lo que nos atrevíamos a contar. Una caída en nuestro estadio en estos momentos nos hubiera dejado muy tocados anímicamente. Pero no solo ganamos sino que recuperamos a Araujo y nos quedamos con la sensación de que cuando el equipo combina y corre genera peligro. Ahora nos enfrentamos al Valencia, otro equipo de esos que acabará recordando la memoria de la camiseta. Aquel Valencia de Claramunt o de Bonhoff y Kempes también se nos dio bien muchas veces. El miedo lo tengo contra el Getafe, el Eibar o el Levante. Entre los pesos medios de toda la vida, Las Palmas se desenvuelve como si no hubiera pasado el tiempo. La victoria de esta noche puede ser el principio del camino que nos ayudará a consolidarnos en Primera. Y luego está Valerón. Da lo mismo que solo toque el balón un par de veces. El fútbol no es más que ese par de segundos en que se para el tiempo. Esa es también la memoria que guardan las camisetas. La nuestra tiene las arrugas de los escorzos de Alfonso Silva o de los regates en corto de Germán Dévora.

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